(Foto: Santiago Redondo Vega)
Me fui niño de ti, se me llevaron
los hados del destino a otras fronteras.
Con cuatro años dejé de ver tus eras,
tus rúas y tus plazas me olvidaron.
Mis ojos, sin embargo, pernoctaron
en el remanso gris de tus aceras,
soportales, callejas y linderas
en el mar de mi mente se grabaron.
Y al volver, tarde en tarde, a visitarte,
cuando alcanza su cenit el estío,
vuelvo a ser niño en ti y a recordarte,
a llenar con tu aroma ese vacío
que dejó en mi el dolor de abandonarte,
Villalón de mis sueños, pueblo mío.
los hados del destino a otras fronteras.
Con cuatro años dejé de ver tus eras,
tus rúas y tus plazas me olvidaron.
Mis ojos, sin embargo, pernoctaron
en el remanso gris de tus aceras,
soportales, callejas y linderas
en el mar de mi mente se grabaron.
Y al volver, tarde en tarde, a visitarte,
cuando alcanza su cenit el estío,
vuelvo a ser niño en ti y a recordarte,
a llenar con tu aroma ese vacío
que dejó en mi el dolor de abandonarte,
Villalón de mis sueños, pueblo mío.
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