Foto: Cuéllar nevado. Cuéllar (Segovia).
Autora: María Rodríguez
Asoma
la pátina invernal tras los aleros
umbríos, en tejados que liberan
sus besos de carámbanos.
La luz,
convaleciente de pardales,
templa al sesgo los charcos cristalinos
y desnuda la sombra en los rincones
persuadidos de escarcha.
Un pueblo
con alma de Castilla
se despereza al sol de los inviernos
olvidado de establos,
de vacas y de bueyes,
de pastores y estrellas rutilantes.
Llega
del campo al corazón la sed intacta
y un rumor insolente de barbechos
pregonados de luto
redime al lagrimal de soledades.
La tierra está a la par
insolidaria, herida y balbuciente,
llorando entre mil surcos de abandono.
El tiempo
-que no entiende de duelos ni suturas-
reinventa un año más su letanía
con la Natividad de lo posible.
Y un niño
naciendo entre el rescoldo de los pueblos
replanta de ilusión un mundo frágil
granado por la magia de lo efímero.
Sintiendo
dos mil años después y nueve inercias
que vuelve el corazón a hacerse hombre
en medio de un redil de carne y júbilo.
la pátina invernal tras los aleros
umbríos, en tejados que liberan
sus besos de carámbanos.
La luz,
convaleciente de pardales,
templa al sesgo los charcos cristalinos
y desnuda la sombra en los rincones
persuadidos de escarcha.
Un pueblo
con alma de Castilla
se despereza al sol de los inviernos
olvidado de establos,
de vacas y de bueyes,
de pastores y estrellas rutilantes.
Llega
del campo al corazón la sed intacta
y un rumor insolente de barbechos
pregonados de luto
redime al lagrimal de soledades.
La tierra está a la par
insolidaria, herida y balbuciente,
llorando entre mil surcos de abandono.
El tiempo
-que no entiende de duelos ni suturas-
reinventa un año más su letanía
con la Natividad de lo posible.
Y un niño
naciendo entre el rescoldo de los pueblos
replanta de ilusión un mundo frágil
granado por la magia de lo efímero.
Sintiendo
dos mil años después y nueve inercias
que vuelve el corazón a hacerse hombre
en medio de un redil de carne y júbilo.
2 comentarios:
Amigo Santiago:
Estoy descubriendo tus bitácoras y me impresiona el trabajo que vas dejando en cada una. La fidelidad a la tierra, la mirada a las costumbres y las tradiciones y todo lo que habita el yo poético de tus versos son cosas que, por conocidas, no dejan de impresionarme cada vez que me pongo de nuevo en contacto con ellas. Enhorabuena.
Salud.
Julio G. Alonso
Gracias Julio, como siempre, por tu paso elevado por mis versos y tu palabra amiga. Uno es hijo del arraigo, y desde ahí a cualquier parte.
Un abrazo.
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