Planto un verso en la tierra donde ara mi consciente,
-agricultor a solas que en mi verdad se asienta-
sembrando entre barbechos palabras por mi cuenta
con la ilusión –un día- de que se harán simiente.
Las riego con el genio que atesoró mi frente;
las meso y entrecavo con la conciencia exenta
de cardos y prejuicios, que en cada sueño aventa
el río de la vida, quien me nombró su afluente.
Un cuenco y un cedazo apenas necesito
para beldarme en horas y respigarme en frutos
con todo lo que absorbo desde la sed que habito.
Me tiemblan en las manos los verbos absolutos,
me abrasan en la boca verdades que no grito,
me basta con la prosa de versos diminutos.
-agricultor a solas que en mi verdad se asienta-
sembrando entre barbechos palabras por mi cuenta
con la ilusión –un día- de que se harán simiente.
Las riego con el genio que atesoró mi frente;
las meso y entrecavo con la conciencia exenta
de cardos y prejuicios, que en cada sueño aventa
el río de la vida, quien me nombró su afluente.
Un cuenco y un cedazo apenas necesito
para beldarme en horas y respigarme en frutos
con todo lo que absorbo desde la sed que habito.
Me tiemblan en las manos los verbos absolutos,
me abrasan en la boca verdades que no grito,
me basta con la prosa de versos diminutos.
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